viernes, 16 de agosto de 2013

masoneria luminosa -KUY (Secreto Masonico)

masoneria luminosa -KUY (Secreto Masonico)
  1. Encuentros con el francmasón el V:.H:. Saint-Germain ese fascinante personaje
    He conocido estos días a un famoso francmasón. Es un caballero muy
    elegante y serio, de cierta estatura, pero de apariencia esbelta y
    vestido con una refinada sencillez. No parece tener más de cincuenta
    años. En los primeros momentos de la primera entrevista no se mostró
    abierto y no hablaba más que lo más necesario, sólo se limitó a
    decirme le había atraído algo de lo que hace tiempo había escrito en
    la Internet (foro Secreto Masónico), y pretendía le explicara mas del asunto, más bien me veía como analizándome, más que todo. A la noche siguiente que me hallaba esperándole en el lobby del Hotel, apareció sentado frente a mí de improviso como si de pronto hubiese aparecido mientras yo distraído miraba hacia otro lado y me saludó, pero ahora sonriendo.
    Cuando me hubo dicho su nombre cuando contacte con él por internet
    creí que se trataba de un descendiente de aquel conde de Saint-Germain
    que llenó con sus misterios y con la leyenda de su longevidad. Había
    leído hacía poco, en una Revista de Año Cero, un artículo sobre el
    conde «inmortal» y no fui diría yo cogido por fortuna desprevenido. El
    Hermano masón mostró satisfacción al darse cuenta de que yo conocía
    bien de aquella historia y se decidió a hacerme la gran confidencia. -
    No he tenido nunca hijos y no tengo descendientes, dijo sonriente. Soy
    aquel mismo, si te dignas creerme, que fue conocido con el nombre de
    conde de Saint-Germain, en el siglo XVII. Habrás leído que algunos
    biógrafos me hacen morir en 1784, en el castillo de Eckendoerde, en el
    ducado de Echleswig. Pero existen documentos que prueban que fui
    recibido en 1786 por el mismo Zar de Rusia. La condesa de Adhemar me
    encontró en 1789 en París, en la iglesia de los Recoletos. En 1821
    tuve una larga conversación con el conde de Chalons en la plaza de San
    Marcos de Venecia. Un inglés, Vandam, me conoció en 1847. En 1869
    comenzó mi relación con la masona Annie Besant. Oakley intentó en vano
    encontrarme en 1900, pero, conociendo el carácter de esa buena señora,
    conseguí evitarla, y sonería. Encontré algunos años después al Señor
    Leadbeater, que hizo de mí una descripción un poco fantástica, pero en
    el fondo bastante fiel, luego en Paris en 1922 contacte con Gurdjieff
    ese viejo embaucador yo le ayude a conseguir vivir en Fontainebleau,
    si no de que otra manera se hubiera hecho vivir en un Castillo tan
    costoso. –Ahí, fue que le pregunté sobre su adherencia a la Orden
    Masónica- y me dijo: Asistí a la reunión de Wilhelmsbad a la que
    asisten miles de masones, a la que asiste Saint Germain. La Estricta
    Observancia Templaría que no abandona su idea de que es la heredera de
    los antiguos templarios. Ahí, otras corrientes masónicas reconocen
    sus raíces en los templarios. A la reunión asistieron numerosos
    adeptos de los llamados neo Iluminados de Baviera, una organización a
    que sería prohibida años después, provocando un gran escándalo al
    saberse que ha infiltrado a la masonería, y que envía a notables
    representantes a la reunión: el literato Christopher Bode y el Barón
    von Knigg. La verdad no me pierdo ningún suceso masónico que tenga
    gran relevancia. He querido contactar hoy contigo, después de unos
    años de ausencia, del viejo México: ahora regreso voy de regreso a la
    ciudad de Nueva York, donde se hallan algunos de mis mejores amigos.
    En la Europa de hoy, desangrada por la crisis, no hay nada que hacer
    por ahora, como tampoco por Venezuela, bueno por hoy, recuerdo cuando
    conocí a Simón Bolívar Palacios, hoy estará enfurecido. – Fue cuando
    le dije, mi hermano: Pero si las noticias que yo tengo son exactas,
    usted era ya más que un centenario a finales del siglo XVIII, en la
    época de su presunta muerte. El conde sonrió dulcemente. -Los hombres -
    respondió- son demasiado desmemoriados o demasiado niños para
    orientarse en la cronología. Un centenario, para ellos, es un
    prodigio, un portento. En la antigüedad, e incluso en la Edad Media,
    se recordaba todavía algunas verdades elementales que la orgullosa
    ignorancia científica ha hecho olvidar. Una de estas verdades es que
    no todos los hombres son mortales. La mayoría mueren realmente después
    de setenta o cien años; un pequeño número sigue viviendo
    indefinidamente. Los hombres se dividen, desde este punto de vista, en
    dos clases: la inmensa plebe de los extinguidos y la reducidísima
    aristocracia de los desaparecidos». Yo pertenezco a esa pequeña élite
    y en 1784 había ya vivido no un siglo, sino varios, muchos. -¿Es
    usted, inmortal mi Querido Hermano? – Le pregunté -No he dicho esto.
    Es necesario distinguir entre inmortalidad e inmortalidad. Las
    religiones saben desde hace miles de años que los hombres son
    inmortales, es decir, que comienzan una segunda vida después de la
    muerte. A un pequeño número de ésos está reservada una vida terrestre
    tan sumamente larga que al vulgo de los efímeros le parece inmortal.
    Pero así como hemos nacido en un momento dado del tiempo, es bastante
    probable que debamos también nosotros, más pronto o más tarde, Morir.
    La única diferencia es ésta: que nuestra existencia media en vez de
    por décadas se mide por siglos. Morir a setenta años o morir a los
    cinco mil no es una diferencia tan milagrosa para quien reflexiona
    sobre la realidad del tiempo. -Ha hecho usted alusión a una
    aristocracia de inmortales. ¿No es usted, pues, el único que goza de
    este privilegio?- Le pregunté - Recuerdas que mismo Cristo sobrevivió
    a la muerte, luego Ascendió a los Cielos, más no murió. Si vuestros
    semejantes conociesen mejor la Historia, no se extrañarían de ciertas
    afirmaciones. En todos los países del mundo, antiquísimos y modernos,
    vive la firme creencia de que algunos hombres no han muerto, sino que
    han sido arrebatados, esto es, desaparecen sin que se pueda encontrar
    su cuerpo. Estos siguen viviendo escondidos y de incógnito o tal vez
    se han adormecido y pueden despertarse y volver de un momento a otro.
    Vaya a Alemania y le enseñarán el Unterberg cerca de Salisburgo, donde
    espera desde hace siglos, en apariencia adormecido, Carlomagno; el
    Kyffháuser, donde se ha refugiado, esperando, Federico Barbarroja; y
    el Sudermerberg que hospeda todavía a Enrique el Asesino. En la India
    le dirán que Nana Sahib, el jefe de la sublevación de 1857,
    desaparecido sin dejar rastro en el Nepal, vive todavía escondido en
    el Himalaya. Los antiguos hebreos sabían que al patriarca Enoch le fue
    evitada la muerte; y los babilonios creían la misma cosa de Hasisadra,
    lo mismo el Melquisedec bíblico, o bien Khydr el Musulmán ese eterno
    ser, o que tal Shemash el hombre solar del que habla Rumi. Recuerdas
    la película El hombre que sería Rey escrita por el hermano masón
    Rudyard Kipling, ahí se explica se ha esperado durante siglos que
    Alejandro Magno reapareciese en Asia, como Amílcar o Sicander,
    desaparecido en la batalla de Panormo, fue esperado por los
    cartagineses. Nerón desapareció sin someterse a la muerte, alguien
    injustamente denunciado como criminal por los cristianos. Y todos
    saben que los británicos no creyeron nunca en la muerte del rey
    Arturo , ni los godos en la de Teodorico, ni los daneses en la de
    Holger Danske; ni los portugueses en la del rey Sebastián, ni los
    suecos en la del rey Carlos XII, ni los servios en la de Kraljevic
    Marco, incluso Adolfo Hitler nunca apareció su cuerpo. Todos estos
    monarcas se hallan escondidos en un lugar en la profanidad del
    planeta, algunos dormidos otros viviendo pacíficamente, pero deben
    volver. Aún hoy los mongoles esperan el regreso de Gengis Kan. Una
    interpretación plausible de ciertos versículos del Evangelio ha hecho
    creer a millones de cristianos que san Juan Bautista no murió nunca,
    sino que vive todavía entre nosotros, lo mismo que el judío errante.
    Asi, el famoso Víctor Hugo estaba seguro de haberle encontrado en
    Copenhague. Pero bastaría el ejemplo clásico del Judío Errante, que
    bajo el nombre de Ahas Verus o de Butadeo, ha sido reconocido en
    diversos países y en diversos siglos y que cuenta actualmente más de
    dos mil años. Todas estas tradiciones, independientes las unas de las
    otras, prueban que el género humano tiene la seguridad o al menos el
    presentimiento de que hay verdaderamente hombres que sobrepasan en
    gran medida el curso ordinario de la vida. Y yo, que soy uno de éstos,
    puedo afirmar con autoridad que esta creencia responde a la verdad. Si
    todos los hombres disfrutasen de esta longevidad fabulosa, la vida se
    haría imposible. Pero es necesario que alguno, de cuando en cuando,
    permanezca aquí para preservar la tradición mágica intacta: somos, en
    cierto modo, los notarios estables de lo transitorio. – Fue cuando le
    dije sospecho que eres tu Sanit Germain con varios apodos que apareces
    y desapareces de escena a tu antojo, ahí el conde soltó una carcajada
    y pregunté -¿Soy indiscreto si le pregunto cuáles son sus
    impresiones de inmortal?- -No te imagines que nuestra suerte sea digna
    de envidia. Nada de eso. En mi leyenda se dice que yo conocí a Pilatos
    y que asistí a la Crucifixión. No he alardeado nunca de cosas que no
    son verdad, pero conocí a Santa Ana la madre de María, la abuela de
    Jesús el Cristo. Sin embargo, hace pocos meses algo en mí cambió. Nací
    en Mesopotamia, luego ya joven alguien me dio una enseñanza, por lo
    tanto, hable con Cristóbal Colón de rutas nuevas, para llegar a
    América. Pero no puedo, ahora, contarte mi vida mi vida toda, pero yo
    te pudo decir que soy la piedra de toque de todos cuantos han sido
    famosos. El tiempo en que frecuenté más a los hombres fue, como tú
    sabes en la época de la revolución francesa, y puedo lamentarlo. Pero
    ordinariamente vivo en la soledad y no me gusta hablar de mí. He
    experimentado en estos tiempos muchas satisfacciones, y a mi
    curiosidad, en modo especial, no le ha faltado alimento. He visto al
    mundo cambiar de cara; he podido ver, en el curso de una sola vida, a
    Cristo, a Moisés, a Lutero y a Napoleón, a Sir Francis Bacon -
    Washington, Juárez, Luis XIV y Bismarck, Hitler, Leonardo y
    Beethoven, Miguel Ángel y Goethe. Y tal vez por eso me he librado de
    las supersticiones de los grandes hombres. Pero estas ventajas son
    pagadas a duro precio. Después de un par de milenos, un sentimiento
    incurable se apodera de los venturados inmortales. El mundo es no es
    monótono, los hombres no enseñan nada solo reinterpretan , y se cae en
    la recurrencia y el eterno retorno , en cada generación, en los mismos
    errores y horrores; los acontecimientos no se repiten, pero se
    parecen; lo que me quedaba por saber ya he tenido bastante tiempo para
    aprenderlo bien. Terminan las novedades, las sorpresas, las
    revelaciones. Se lo puedo confesar a usted, ahora que únicamente nos
    escucha el mar Rojo: mi inmortalidad me causa aburrimiento. La tierra
    ni el cielo ya no tienen secretos para mí, y no tengo ya confianza en
    mis semejantes sabiendo como son. Y repito con gusto las palabras de
    Hamlet, que oí la primera vez en Londres en 1594: «El hombre no me
    causa ningún buen placer.»- Luego de esto El conde de Saint-Germain
    me pareció luminoso, como si se fuese volviendo luz violeta por
    momentos. Permaneció en silencio más de un cuarto de hora contemplando
    meditando hacia la lejanía, el cielo estrellado. -Dispénseme -dijo
    finalmente- si mis discursos te han intrigado. Los viejos masones,
    cuando comienzan a hablar, son digamos intrigantes. Así, el conde de
    Saint-Germain no volvió a dirigirme la palabra esa noche, a pesar de
    que intenté varias veces entablar conversación, era como si, me dijera
    medita en lo que te dije. La tercera noche de entrevista, fue aun
    más que intrigante e interesante para mi, algo que hasta el momento
    me llena de sobrecogimiento y de algo de arrogancia, debo confesar,
    ser amigo de tan extraordinario masón. Nuestro Hermano llego digamos
    que bastante jovial al lobby del Hotel. Almorzamos comida mexicana, en
    un concurrido restaurante de tacos en Monterrey. Parecía disfrutar
    tanto mi compañía como yo la de él, el hielo se había derretido,
    fluía la conversación de manera más que amena. Mis tantos años de
    cuando era jovencito en una sociedad secreta, me hacia comprender muy
    bien su intrínseca conversación, y claro los alcances de la misma.
    Así, de pronto me decía de ellos de mis antiguos cofrades, y toda su
    trama, incluso parecía saber bien de mi vida en aquel tiempo. Me dijo
    saber de mi por la Internet, y que otros más, amigos suyos sabían de
    mi. Me dijo de mis actividades en Logia, y de los últimos incidentes
    en la Misma. Finalizó diciéndome que el contacto entre los dos
    seguiría y que pronto me invitaría para que conociera de otras
    actividades muy importantes de Masonería, Rosacrucismo, Martinismo
    entre otras más líneas esotéricas. – Alcoserihttps://groups.google.com/forum/#!searchin/secreto-masonico/saint$20germain%7Csort:relevance/secreto-masonico/FR-yXxxj284/V2fPuJgQ5LUJ
    Foto: Encuentros con el francmasón el V:.H:. Saint-Germain ese fascinante personaje  He conocido estos días a un famoso francmasón. Es un caballero muy  elegante y serio, de cierta  estatura, pero de apariencia esbelta y  vestido con una refinada sencillez. No parece tener más de cincuenta  años. En los primeros momentos de la primera entrevista no se mostró  abierto y no hablaba  más que lo más necesario, sólo se limitó a  decirme le había atraído algo de lo que hace tiempo había escrito en  la Internet (foro Secreto Masónico), y pretendía le explicara mas del asunto, más  bien me veía como analizándome, más que todo. A la noche siguiente que me hallaba esperándole en el lobby del Hotel, apareció sentado frente a mí de improviso como si de pronto hubiese aparecido mientras yo distraído miraba hacia otro lado y me saludó, pero ahora sonriendo.  Cuando me hubo dicho su nombre cuando contacte con él por internet  creí que se trataba de un descendiente de aquel conde de Saint-Germain  que llenó con sus misterios y con la leyenda de su longevidad. Había  leído hacía poco, en una Revista de Año Cero, un artículo sobre el  conde «inmortal» y no fui diría yo cogido por fortuna desprevenido. El  Hermano masón mostró satisfacción al darse cuenta de que yo conocía  bien de aquella historia y se decidió a hacerme la gran confidencia. -  No he tenido nunca hijos y no tengo descendientes, dijo sonriente. Soy  aquel mismo, si te dignas creerme, que fue conocido con el nombre de  conde de Saint-Germain, en el siglo XVII. Habrás leído que algunos  biógrafos me hacen morir en 1784, en el castillo de Eckendoerde, en el  ducado de Echleswig. Pero existen documentos que prueban que fui  recibido en 1786 por el mismo Zar de Rusia. La condesa de Adhemar me  encontró en 1789 en París, en la iglesia de los Recoletos. En 1821  tuve una larga conversación con el conde de Chalons en la plaza de San  Marcos de Venecia. Un inglés, Vandam, me conoció en 1847. En 1869  comenzó mi relación con la masona Annie Besant. Oakley intentó en vano  encontrarme en 1900, pero, conociendo el carácter de esa buena señora,  conseguí evitarla, y sonería. Encontré algunos años después al Señor  Leadbeater, que hizo de mí una descripción un poco fantástica, pero en  el fondo bastante fiel, luego en Paris en 1922 contacte con Gurdjieff  ese viejo embaucador yo le ayude a conseguir vivir en Fontainebleau,  si no de que otra manera se hubiera hecho vivir en un Castillo tan  costoso. –Ahí, fue que le pregunté sobre su adherencia a la Orden  Masónica-  y me dijo: Asistí a  la reunión de Wilhelmsbad a la que  asisten miles de masones, a la que asiste Saint Germain. La Estricta  Observancia Templaría que no abandona su idea de que es la heredera de  los antiguos templarios. Ahí,  otras corrientes masónicas reconocen  sus raíces en los templarios. A la reunión asistieron  numerosos  adeptos de los llamados neo Iluminados de Baviera, una organización a  que sería  prohibida años después, provocando un gran escándalo al  saberse que ha infiltrado a la masonería, y que envía a notables  representantes a la reunión: el literato Christopher Bode y el Barón  von Knigg. La verdad  no me pierdo ningún suceso masónico que tenga  gran relevancia.   He querido  contactar hoy contigo, después de unos  años de ausencia, del viejo México: ahora regreso voy de regreso a la  ciudad de Nueva York, donde se hallan algunos de  mis mejores amigos.  En la Europa de hoy, desangrada por la crisis, no hay nada que hacer  por ahora, como tampoco por Venezuela,  bueno por hoy, recuerdo cuando  conocí a Simón Bolívar Palacios, hoy estará  enfurecido. –  Fue cuando  le dije, mi hermano: Pero si las noticias que yo tengo son exactas,  usted era ya más que un centenario a finales del siglo XVIII, en la  época de su presunta muerte. El conde sonrió dulcemente. -Los hombres -  respondió- son demasiado desmemoriados o demasiado niños para  orientarse en la cronología. Un centenario, para ellos, es un  prodigio, un portento. En la antigüedad, e incluso en la Edad Media,  se recordaba todavía algunas verdades elementales que la orgullosa  ignorancia científica ha hecho olvidar. Una de estas verdades es que  no todos los hombres son mortales. La mayoría mueren realmente después  de setenta o cien años; un pequeño número sigue viviendo  indefinidamente. Los hombres se dividen, desde este punto de vista, en  dos clases: la inmensa plebe de los extinguidos y la reducidísima  aristocracia de los desaparecidos». Yo pertenezco a esa pequeña élite  y en 1784 había ya vivido no un siglo, sino varios, muchos. -¿Es  usted, inmortal mi Querido Hermano? – Le pregunté  -No he dicho esto.  Es necesario distinguir entre inmortalidad e inmortalidad. Las  religiones saben desde hace miles de años que los hombres son  inmortales, es decir, que comienzan una segunda vida después de la  muerte. A un pequeño número de ésos está reservada una vida terrestre  tan sumamente larga que al vulgo de los efímeros le parece inmortal.  Pero así como hemos nacido en un momento dado del tiempo, es bastante  probable que debamos también nosotros, más pronto o más tarde, Morir.  La única diferencia es ésta: que nuestra existencia media en vez de  por décadas se mide por siglos. Morir a setenta años o morir a los  cinco mil no es una diferencia tan milagrosa para quien reflexiona  sobre la realidad del tiempo. -Ha hecho usted alusión a una  aristocracia de inmortales. ¿No es usted, pues, el único que goza de  este privilegio?- Le pregunté  - Recuerdas que mismo Cristo sobrevivió  a la muerte, luego Ascendió a los Cielos, más no murió. Si vuestros  semejantes conociesen mejor la Historia, no se extrañarían de ciertas  afirmaciones. En todos los países del mundo, antiquísimos y modernos,  vive la firme creencia de que algunos hombres no han muerto, sino que  han sido arrebatados, esto es, desaparecen sin que se pueda encontrar  su cuerpo. Estos siguen viviendo escondidos y de incógnito o tal vez  se han adormecido y pueden despertarse y volver de un momento a otro.  Vaya a Alemania y le enseñarán el Unterberg cerca de Salisburgo, donde  espera desde hace siglos, en apariencia adormecido, Carlomagno; el  Kyffháuser, donde se ha refugiado, esperando, Federico Barbarroja; y  el Sudermerberg que hospeda todavía a Enrique el Asesino. En la India  le dirán que Nana Sahib, el jefe de la sublevación de 1857,  desaparecido sin dejar rastro en el Nepal, vive todavía escondido en  el Himalaya. Los antiguos hebreos sabían que al patriarca Enoch le fue  evitada la muerte; y los babilonios creían la misma cosa de Hasisadra,  lo mismo el Melquisedec bíblico, o bien Khydr  el Musulmán ese eterno  ser, o que tal Shemash  el hombre solar del que habla Rumi.  Recuerdas  la película El hombre que sería Rey escrita por el hermano masón  Rudyard Kipling, ahí se explica  se ha esperado durante siglos que  Alejandro Magno reapareciese en Asia, como Amílcar o Sicander,  desaparecido en la batalla de Panormo, fue esperado por los  cartagineses. Nerón desapareció sin someterse a la muerte, alguien  injustamente denunciado como criminal por los cristianos. Y todos  saben que los británicos no creyeron nunca en la muerte del rey  Arturo , ni los godos en la de Teodorico, ni los daneses en la de  Holger Danske; ni los portugueses en la del rey Sebastián, ni los  suecos en la del rey Carlos XII, ni los servios en la de Kraljevic  Marco, incluso Adolfo Hitler nunca apareció su cuerpo. Todos estos  monarcas se hallan escondidos en un lugar en la profanidad del  planeta, algunos dormidos otros viviendo pacíficamente, pero deben  volver. Aún hoy los mongoles esperan el regreso de Gengis Kan. Una  interpretación plausible de ciertos versículos del Evangelio ha hecho  creer a millones de cristianos que san Juan Bautista  no murió nunca,  sino que vive todavía entre nosotros, lo mismo que el judío errante.  Asi, el famoso  Víctor Hugo estaba seguro de haberle encontrado en  Copenhague. Pero bastaría el ejemplo clásico del Judío Errante, que  bajo el nombre de Ahas Verus o de Butadeo, ha sido reconocido en  diversos países y en diversos siglos y que cuenta actualmente más de  dos mil años. Todas estas tradiciones, independientes las unas de las  otras, prueban que el género humano tiene la seguridad o al menos el  presentimiento de que hay verdaderamente hombres que sobrepasan en  gran medida el curso ordinario de la vida. Y yo, que soy uno de éstos,  puedo afirmar con autoridad que esta creencia responde a la verdad. Si  todos los hombres disfrutasen de esta longevidad fabulosa, la vida se  haría imposible. Pero es necesario que alguno, de cuando en cuando,  permanezca aquí para preservar la tradición mágica intacta: somos, en  cierto modo, los notarios estables de lo transitorio. – Fue cuando le  dije sospecho que eres tu Sanit Germain con varios apodos que apareces  y desapareces de escena a tu antojo,  ahí el conde soltó una carcajada  y  pregunté  -¿Soy indiscreto si le pregunto cuáles son sus  impresiones de inmortal?- -No te imagines que nuestra suerte sea digna  de envidia. Nada de eso. En mi leyenda se dice que yo conocí a Pilatos  y que asistí a la Crucifixión. No he alardeado nunca de cosas que no  son verdad, pero conocí a Santa Ana la madre de María, la abuela de  Jesús el Cristo. Sin embargo, hace pocos meses algo en mí cambió. Nací  en Mesopotamia, luego ya joven  alguien me dio una enseñanza, por lo  tanto,  hable con Cristóbal Colón de rutas nuevas, para llegar a  América. Pero no puedo, ahora, contarte mi vida mi vida toda, pero yo  te pudo decir que soy la piedra de toque de todos cuantos han sido  famosos. El tiempo en que frecuenté más a los hombres fue, como  tú  sabes en la época de la revolución francesa, y puedo lamentarlo. Pero  ordinariamente vivo en la soledad y no me gusta hablar de mí. He  experimentado en estos  tiempos muchas satisfacciones, y a mi  curiosidad, en modo especial, no le ha faltado alimento. He visto al  mundo cambiar de cara; he podido ver, en el curso de una sola vida, a  Cristo, a Moisés,  a Lutero y a Napoleón, a Sir Francis Bacon -  Washington, Juárez,   Luis XIV y Bismarck, Hitler,  Leonardo y  Beethoven, Miguel Ángel y Goethe. Y tal vez por eso me he librado de  las supersticiones de los grandes hombres. Pero estas ventajas son  pagadas a duro precio. Después de un par de milenos, un sentimiento  incurable se apodera de los venturados inmortales. El mundo es no es  monótono, los hombres no enseñan nada solo reinterpretan , y se cae en  la recurrencia y el eterno retorno , en cada generación, en los mismos  errores y horrores; los acontecimientos no se repiten, pero se  parecen; lo que me quedaba por saber ya he tenido bastante tiempo para  aprenderlo bien. Terminan las novedades, las sorpresas, las  revelaciones. Se lo puedo confesar a usted, ahora que únicamente nos  escucha el mar Rojo: mi inmortalidad me causa aburrimiento. La tierra  ni el cielo ya no tienen secretos para mí, y no tengo ya confianza en  mis semejantes sabiendo como son. Y repito con gusto las palabras de  Hamlet, que oí la primera vez en Londres en 1594: «El hombre no me  causa ningún buen placer.»- Luego de esto  El conde de Saint-Germain  me pareció luminoso, como si se fuese volviendo luz violeta por  momentos. Permaneció en silencio más de un cuarto de hora contemplando  meditando hacia la lejanía, el cielo estrellado. -Dispénseme -dijo  finalmente- si mis discursos te han  intrigado. Los viejos masones,  cuando comienzan a hablar, son digamos intrigantes. Así, el conde de  Saint-Germain no volvió a dirigirme la palabra esa noche, a pesar de  que intenté varias veces entablar conversación, era como si, me dijera  medita en lo que te dije.  La tercera noche de entrevista,  fue aun  más que intrigante e interesante para mi,  algo que hasta el momento  me llena de sobrecogimiento y de algo de arrogancia, debo confesar,  ser amigo de tan extraordinario masón.  Nuestro Hermano llego digamos  que bastante jovial al lobby del Hotel. Almorzamos comida mexicana, en  un concurrido restaurante de tacos en Monterrey. Parecía disfrutar  tanto mi compañía como yo la de él, el hielo se había derretido,  fluía la conversación de manera más que amena. Mis tantos años de  cuando era jovencito  en una sociedad secreta, me hacia comprender muy  bien su intrínseca conversación, y claro los alcances de la misma.  Así, de pronto me decía de ellos de mis antiguos cofrades, y toda su  trama, incluso parecía saber bien de mi vida en aquel tiempo. Me dijo  saber de mi por la Internet, y que otros más, amigos suyos sabían de  mi.  Me dijo de mis actividades en Logia, y de los últimos incidentes  en la Misma. Finalizó  diciéndome  que el contacto entre los dos  seguiría y que pronto  me invitaría para que conociera de otras  actividades muy importantes  de Masonería, Rosacrucismo, Martinismo  entre otras más líneas esotéricas. – Alcoseri  https://groups.google.com/forum/#!searchin/secreto-masonico/saint$20germain%7Csort:relevance/secreto-masonico/FR-yXxxj284/V2fPuJgQ5LUJ
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  3. Un Francmasón el Extraño y Q..H:. Saint Germain Richard Le frimeur (1977)
masoneria luminosa -KUY (Secreto Ma

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